AFUERA
VILLA PAEZ – GLAUCE BALDOVIN
MAYÓLICA UBICADA EN CALLE OCTAVIO PINTO 2141, BARRIO VILLA PAEZ. CORDOBA ARGENTINA.

Glauce Baldovin nació en Río Cuarto en el año 1928. Vivía en su casa en el barrio de Villa Páez de la ciudad de Córdoba cuando falleció en 1995.

Fue madre, militante, poeta, directora de revistas literarias, docente de talleres donde crecieron otros poetas y también fue tejedora.

Madre, que vivió el secuestro y la desaparición de su hijo Sergio mientras hacía el servicio militar durante la dictadura del año 1976. Madre y poeta, que pudo volver a escribir recién a fines del año 1979, en homenaje a los secuestrados y en un libro que no se publicó en ese entonces. 

Militante, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y luego en el Partido Comunista, que fue perseguida por sus ideas. Militante y poeta, que cuando recibió un premio muy importante por su poesía no le fue permitido salir del país para recibirlo.

Poeta, a quien le otorgaron ese premio por un manuscrito que circulaba de mano en mano, ya que su primera publicación ocurriría recién quince años más tarde, ya entrada la democracia en el año 1987. Poeta cuya obra completa reúne casi treinta libros, la mayoría publicados por editoriales independientes de la ciudad de Córdoba, pero que tenía el hábito de regalar sus poemas, los cuales siempre circularon mucho antes de publicarse.

Poeta y hacedora cultural, que aportó al crecimiento del medio literario desde las revistas Mediterránea y Vertical, desde el dictado de talleres literarios y la apertura generosa de su casa, cuyas puertas siempre dejaron pasar a los lectores y escritores que acudían a ella. Hacedora cultural que en su ciudad natal tiene apenas una calle de tierra en las afueras con su nombre.

Glauce supo contar que su primera inspiración fue el sol. Que sobre el sol escribió su primer poema a los 9 años y lo leyó en la mesa de la casa donde vivía junto a sus padres, abuelos y tíos, todes de clase trabajadora y origen inmigrante. 

Las reseñas han persistido en nombrarla a partir del dolor presente en su poesía. Quienes la conocieron, quienes se formaron con ella, quienes la estudiaron invitan a leerla no sólo desde esa categoría sino en todo lo que su poesía hizo crecer mientras tanto ese dolor.

Proponemos desde allí tejer su historia, desde el sol que Glauce hacía anidar en su escritura y el sol que entregaba para que otras escrituras viviesen. La leemos, en un arco desde su primer libro de poemas hasta el último:

Leemos en el Libro de Lucía, de 1987:

XX 

Mi canto es como el canto de las cigarras.

Me tiro al pasto, justo donde picotean las gallinas, y canto.

El sol me hace cantar,

la lluvia, la tierra, la vaca, el potro.

Todo en fin cuanto amo.

Y aunque son breves, estos momentos de alegría,

breves y espaciados,

por estos solos momentos, no me gustaría morirme jamás.

Leemos en Mi signo es de fuego, su poesía completa editada en el año 2018:

VI

A pesar de los que no se atreven a incendiar los cercos

los alambrados

la fina cristalería, las alfombras que separan los pies de la tierra

de los extranjeros en su propio territorio

de las máscaras que se preparan sigilosamente en las

noches; 

el sol.

VIII

A pesar del cansancio que engendran la ilusión y la

desilusión en su ronda eterna

de los que se van se pierden

se transforman en arboladuras quebradas, carcomidas

por las tormentas

o de los que se quedan amurallados en refugios seguros

y terminan cubriéndose de sal, de óxido, de carnívoras

enredaderas;

el sol.

X

A pesar de bregar por una libertad anhelada y no

vivida:

la libertad de gozar la libertad sin pensamiento alguno

que la quiebre

sin culpas ni arrepentimientos

sin dudar.

Como no dudamos el aire el agua la tierra el fuego

el sol.